martes, noviembre 7

Orgullo

- Oye, pídele y lo tienes, no puede ser de otra manera -le dije finalmente.

Ella guardó silencio, largo silencio, hasta que caminó con decisión rumbo al gentío en que estaba él, se perdió entre los cuerpos y, tras unos minutos, apareció nuevamente. Vino ahora más pausada, como si hubiese salvado con vida de una gran hecatombe. Se desplomó en mis hombros.

- Es duro pedir cualquier cosa que necesistes de verdad -me dijo sin mirarme a los ojos.