lunes, mayo 21

Lenguaje

Antes de que todo ocurriese, incluso hasta un segundo antes, no me imaginaba que acabaría asi. A decir verdad, tenía muchas ganas, me moría de ganas, pero no pensé que ocurriría.

Sí que pensaba en Tony Cragg, naturalmente, pues caminábamos entre sus obras. No era en Cragg precisamente, mejor dicho pensaba en la gente que crea a partir de lo desconocido. Me refiero a que estas obras en particular explican de qué está hecho el mundo. Es algo con múltiples respuestas, está claro. Se puede hablar de átomos, moléculas y enlaces de distintos tipos; de alma, ser y espíritu; de mente o percepción; pero, en realidad, no tenemos idea, eso le dije.

Ni idea, estuvo de acuerdo ella.

En eso estábamos.

¿De qué están hechas las cosas?.

Ella caminó a mi derecha mientras vimos (y tocamos) las respuestas de Cragg. Mil quinientos dados, sí, de esos que tienen puntos negros sobre el blanco, de esos que se usan para jugar, sí, dados, dispuestos en una estructura llena de curvas y acantilados, si se puede hablar de acantilados en superficies abstractas de a lo más 3 metros cuadrados.

Mirábamos algo extrañados. Yo comencé a decir que el señor Cragg no estaba a la altura del conflicto que planteaba. Ella me dijo que por lo menos lo intentaba.

En este punto requeriría una gran convicción creer que acabaría todo como realmente acabó. Convicción, pues como ya lo dije, siempre quise que terminara así.

Después tomábamos café, ella en el sillón justamente frente al mio. Podía ver un lunar en su muslo, el cruce de sus piernas subía la falda lo suficiente. Entonces ahí, separados por la mesa, ella dijo "deberíamos aprender a llevar a cabo nuestras tentaciones". Ese fue el vínculo, exactamente ese: al tiempo que el sonido de esa última s desapareció, clavé mis ojos en un punto incierto entre su lengua y sus labios, y esa misma boca suya, dibujó tal sonrisa, que entendí que habían momentos para conversar sobre arte y momentos para darle un beso a una mujer. Este me pareció uno de los últimos.

(Recuerdo particularmente su cuello, yo lo mordía y se erizaba, y ella, como si me conociese, me respiraba de vez en cuando al oído, me gusta que me respiren así al oído.)


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10 comentarios:

Cpunto dijo...

respirar,
ese otro ahí haciéndose presente y uno en vilo,
atmosférico relato,

me gusta gustavo gostoso,

Anónimo dijo...

todo tiene que ver con la puesta en escena (demian)
dime cmo se llama ese libro hace tp yapo

Josefino dijo...

A mi tambien me gusta que me respiren en el oido...
Podria ser envidia, a lo mejor.

Unknown dijo...

Yo sé


es bueno que te respiren al oido...
te respiren el oido

eso ya suena medio flaite

que flaite

Pame Recetas dijo...

Lindísimos textos. Vivo en Montevideo. Cada vez que puedo cruzo el Río y me paso tres o cuatro días caminando por esa ciudad que se reencanta. (Montevideo también tiene lo suyo).
Que linda coincidencia que hayas encontrado el Parque Lezama a través de Sábato, yo hice al revés en todo caso...

Cpunto dijo...

soñé
o aquí
arriba
había otra cosa
escrita,

Unknown dijo...

es que aquí abajo, el orden de las cosas se modificó

Anita dijo...

momentos para todo, la clave esta en saber aprovecharlos...

Unknown dijo...

esa estructura viene de los detectives salvajes

eso de que hay momentos y momentos, este es uno de los últimos...

bla bla

bolaño, muy capo.

Josefino dijo...

Parece que yo escribi antes aqui.
No se por que escribi eso.
Me cuesta entender las cosas
Que escribes.
No se si es porque
Es otra mujer.
O porque soy algo
Egoista?

Suerte.